Imagina que nada más nacer recibes una herencia de 45 millones de euros libres de impuestos. El dinero sólo te pertenece a ti y puedes hacer lo que quieras con él, salvo invertir en bolsa o en cualquier otra cosa que te reporte intereses o beneficio económico, es decir, puedes gastarlo, pero no puedes enriquecerte con él. 

Los primeros años de tu vida, obviamente, tus padres o tutores legales gestionan el dinero por ti, pero una vez alcanzada la madurez, eres tú quien decide cómo administrar todo ese dinero. A partir de ahora te enfrentas a un gran dilema: qué hacer con él. Por un lado, puedes vivir tranquilamente, sin penurias económicas a lo largo de tu existencia, o puedes disfrutar a lo grande “viviendo la vida loca”, sabiendo, evidentemente, que si se consume rápido, antes se gasta, y una vez gastado, ya no hay más dinero. Ambas opciones son igual de válidas y aceptables siempre que se elija desde la conciencia, evitando así que pueda aparecer el arrepentimiento.

Cuando se tiene tanto dinero, uno tiende a estar despreocupado, por lo que a veces te lo gastas en cosas nimias, innecesarias o incluso lo derrochas, pues tienes tanto que… qué más da gastar un poco más, pero la realidad es que tu fortuna se sigue consumiendo y quizás no lo estés empleando en lo que verdaderamente te importa. A los gastos personales propios de las necesidades básicas, hay que añadirle el capital extra que debes o deseas invertir en familiares o amigos, así como las diferentes situaciones en las que personas cercanas te piden dinero para que les ayudes a solventar alguna circunstancia o bache de su vida. En muchas ocasiones, gastar tu patrimonio en otras personas te resulta muy gratificante, a pesar de que sabes que no lo vas a recuperar, pero en otras puede ser algo frustrante, bien porque estas no son agradecidas, porque te hacen perder tu capital tontamente o porque te ves incapaz de decir que NO y permites que otros manejen y gasten tu dinero a su antojo. 

De una manera o de otra, este se está agotando, por lo que si no actúas con conciencia, puede que llegue el día que te preguntes “¿Qué es lo que he hecho con mi dinero?” y ya sea demasiado tarde para enmendar tu situación. 

Pues bien, vuelve a leer lo anterior, pero ahora en lugar de 45 millones de euros, tienes 45 millones de minutos de vida, que son los equivalentes a la media española de mortalidad (86 años), y donde pone “dinero, capital, patrimonio o fortuna” sustitúyelo por “tiempo” o “vida”, pues viene a ser lo mismo. 

El tiempo es el tesoro más importante que tenemos, por lo que perderlo o que nos lo hagan perder, puede ser el mayor de los derroches. 

Pese a su valor incalculable y limitado, tendemos a emplearlo como si fuera inagotable hasta que de repente un día le vemos las orejas al lobo, bien porque despertamos y nos vemos ya con 70 años, o bien porque la enfermedad asoma por nuestra casa. 

Aún recuerdo la mirada de una paciente de cáncer de mama que, tras varios años de incansable lucha, me miró a los ojos y me dijo “Cristina, siento que se me está acabando el tiempo”. Y, desgraciadamente, estaba en lo cierto, un mes después comenzó con complicaciones y al poco partió para no volver. 

El ser humano parece no tener remedio, pues, al menos en la época que nos ha tocado vivir, tendemos a reaccionar cuando nos enfrentamos al miedo… El miedo a la pérdida de la pareja, familiares, trabajo, amigos, dinero, de la salud, de la vida. Y aún así, no siempre actuamos. Muchos pacientes, ante el temor de la enfermedad, realizan modificaciones en su vida, en su forma de percibirla, pero una vez han recuperado su bienestar, vuelven a los mismos hábitos físicos y/o emocionales que les hicieron enfermar. Vuelven, a lo que yo llamo, la ceguera emocional. 

La ceguera emocional es aquella que no te permite ni ver, ni reconocer, ni mucho menos valorar aquello que tienes o has conseguido, ya sea por méritos propios o gracias a las personas que conforman tu círculo. Es aquella que te convierte en una persona infeliz, porque nada te satisface, porque vives en una continua frustración. Lo que comenzara siendo una persona tiquismiquis con el paso de los años terminaría convirtiéndose en alguien bastante exigente con los demás y probablemente consigo misma.

Todos en algún momento, o en varios, de nuestra vida hemos padecido dicha ceguera. El inconveniente surge cuando esta se establece de forma permanente en nosotros y se convierte en nuestro modo de vivir. No fue hasta los 19 años de edad, al irme un año al extranjero por estudios, cuando realmente comencé a valorar a mi familia, o cuando mi padre, ante el temor de no verme durante todo un año, mientras yo pasaba por la puerta de embarque, superó su timidez para expresar sus emociones y me dijo por primera vez “te quiero”. Ambos eventos, no hubiesen servido de mucho si al regresar a España hubiese vuelto a mi concepto de familia de antes de irme, o si mi padre no hubiera aprovechado la ocasión para irse abriendo cada vez más.

Parece lógico que, al marcarnos tal circunstancia, decidiéramos cambiar y mantener ese nuevo prisma, pero tras todos estos años pasando consulta, puedo constatar que tendemos a tropezar sobre la misma piedra. Son bastantes los pacientes que a pesar de haber tenido momentos que les marcaron mucho, y de los cuales obtuvieron un gran aprendizaje, al cabo de un tiempo, lo olvidan y/o lo dejan de valorar para centrarse en la realidad amarga, que, en algunos casos, creen tener. Cuando no tenemos capacidad para ver o afrontar nuestro presente, optamos por mirar hacia delante o hacia atrás, pues a priori puede que sea más fácil focalizarse en aquello que no existe, plasmando así la búsqueda de la felicidad en un periodo intangible. En algunos casos vivimos anclados en el pasado: “todo tiempo pasado fue mejor”, y otros esperanzados en el futuro: “cuando apruebe las oposiciones…”, “cuando me case…”, “cuando compre una casa…”, por lo que, tanto en un caso como en otro, al no estar centrados ni disfrutando del presente, no podemos percibir ni darnos cuenta del regalo tan fascinante que es la vida. Aquellos que se fijan en el pasado, a menos que cambien de parecer, nunca serán felices; por su parte, los que atisban el futuro, lo serán momentáneamente, pues una vez alcanzado el propósito, se darán cuenta de que tampoco les reporta la felicidad deseada, pues esa carencia no se subsana con algo externo, sino mediante la introspección para poder averiguar en qué aspecto de nuestra vida se cobija el vacío que nos provoca tal insatisfacción.

Como bien decía John Lennon, “la vida es eso que te pasa, mientras estás ocupado haciendo otros planes”. Conozco varias personas que se han pasado los últimos años, viviendo con cierta aflicción por estar asqueados de su trabajo, limitando su felicidad al momento de jubilación. Momento para el que tenían numerosos planes: viajar, fiestas con amigos, hacer senderismo… y justo cuando se jubilan, llega el covid, por lo que todos aquellos proyectos tan estupendos que tenían no se pudieron plasmar y, por supuesto, su nivel de infelicidad y desánimo aumentó considerablemente. En lugar de afrontar el presente y sacar el mayor provecho posible de él, ahora la mayoría de ellos ponen una nueva fecha a su bienestar, “cuando acabe el covid”… y mientras tanto, la vida pasa.

Desde la perspectiva de la Medicina Tradicional China (MTC) la ceguera emocional suele estar ocasionada por el bloqueo de Qi de Hígado *1, el cual a su vez puede tener diversas causas. Una de las más comunes está relacionada con la debilidad del Elemento Agua (Riñón y Vejiga).

La teoría de los Cinco Elementos nos indica que el elemento Agua debe nutrir a la Madera (Hígado y Vesícula Biliar), pero si el elemento Agua está débil, no puede alimentarla correctamente, por lo que la Madera comienza a desequilibrarse y a manifestarse tanto físicamente (dolores de cabeza, rigidez del cuello, presión en el pecho, problemas digestivos…) como emocionalmente (enfado, insatisfacción, frustración).

En el organismo de cada persona se encuentran los Tres Tesoros (explicado con detalle en el libro Alquimia Culinaria), el 精 jing, el 气 qi y el 神 shen, los cuales podríamos traducir, no muy acertadamente, por esencia, energía y espíritu. Según la fortaleza que tengan estos en nuestro cuerpo, así será nuestra salud física, emocional y/o mental. El 精 jing tiene una relación directa con el elemento Agua, ya que es ahí donde se aloja.

Si atendemos a las características del 精 jing y a cómo se consume, podemos observar que en la actualidad nacer con un Agua fuerte, al menos en países occidentales, es tan complejo como buscar una aguja en un pajar. Por consiguiente, todos, en mayor o menor medida, tendemos al desequilibrio en el eje Agua-Madera. Entre las diferentes funciones del elemento Madera se encuentra el sentido de la vista, así pues, si el elemento Agua no puede nutrir al elemento Madera, tarde o temprano terminará afectando a la vista, tanto en un plano físico como emocional. De hecho, numerosos estudios de psicosomática confirman que los problemas de vista, ya sea la miopía, el estrabismo, la hipermetropía… están relacionados con la incapacidad para ver o confrontar nuestra realidad*2, constatando así la “ceguera emocional”.

Si además de tener dificultad para percatarnos de nuestro presente, optamos, normalmente de forma inconsciente, por poner nuestra mirada en el pasado o en futuro, significa que nuestro elemento Tierra (Bazo y Estómago) está en desarmonía, ya que es él, el que se encarga de mantenernos centrados. De ahí la gran importancia de tener una buena alimentación acorde a nuestro organismo para mantenernos en equilibrio.

Desgraciadamente, la ceguera emocional está muy presente en la actualidad, por lo que de forma directa o indirecta nos termina repercutiendo a todos. El tiempo que nos han hecho perder puede ser complejo de digerir, pero aún lo es más aquel que decidimos emplear en proyectos, trabajos o personas con los/las que no estamos a gusto… Matrimonios que continúan por miedo al “qué pasará si me divorcio”, trabajos en los que permanecemos por creer que no vamos a ser capaces de encontrar otro empleo, proyectos en los que nos dejamos el alma por tener algo de reputación o mostrar nuestra valía… Y mientras estamos tan inmersos tratando de sobrevivir ante esas circunstancias, la vida pasa y el tiempo que realmente deseamos gastar en nuestros seres queridos es reducido o nulo.

El coste por la supervivencia en estas circunstancias es tan elevado que dejamos de vivir, dejamos de ser nosotros. En lugar de pararnos, mirar en nuestro interior y ver qué está ocurriendo en nuestra vida, preferimos estar volcados hacia fuera, desprendiéndonos de nuestro ser desmesuradamente. En este contexto no resulta raro encontrar pacientes que afirmen que no duermen o comen, porque tienen muchas cosas que hacer, o aún más grave, que van de vientre sólo una vez a la semana, no porque tengan problemas de estreñimiento, sino porque no tienen tiempo para ir más veces… y mientras tanto, la vida pasa.

Aunque en numerosas culturas se considera la reencarnación como parte del proceso biólogo*3, sólo recordamos la vida que estamos viviendo en el momento presente, así que ¿por qué no aprovecharla y vivirla plenamente, en armonía y desde el corazón?

Por eso, para, mira en tu interior, y decide desde la consciencia cómo deseas gastar tu tiempo.

Notas: 

*1 literalmente significa: bloqueo del flujo energético del Hígado.

*2 los matices varían según tengamos miopía, estrabismo, hipermetropía…

*3 acorde al Budismo, sí se podría recordar vidas pasadas.

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